C lemente y Clara son los dos protagonistas de esta obra de Francisco de Rojas Zorrilla. Son dos jóvenes aventureros que utilizan su poder de seducción para sobrevivir y para divertirse en el ambiente urbano y picaresco de un Madrid poblado de buscavidas, fanfarrones, terratenientes y damas honestas y aburridas, deseosas de emociones fuertes. La arrolladura capacidad de seducir y la mentira creíble serán sus armas poderosas. Don Clemente es un galán de buena familia venido a menos, mujeriego y vividor. Doña Clara es una mujer moderna, sin complejos, que seduce abiertamente a los hombres sin doble moral, con la intención de procurarse una forma de vida a cambio de determinados "favores" con los diferentes amantes para el "gasto", mientras se reserva uno sólo para el "gusto" que no es otro que Don Clemente. El problema llega cuando Don Clemente se entera de que Doña Clara se está cambiando de casa e irá a vivir casualmente a la planta baja de la casa donde vive Doña Beatriz, fina y beata dama madrileña, honesta y poco agraciada físicamente, amante despechada de Don Clemente, con la cual este mantiene un antiguo litigio, pero que en la actualidad no está en la "nómina" de amantes. Aquí empieza el enredo. Enfrentamientos, celos y venganzas irán encaminando la acción de esta obra dramática, considerada por algunos como una pieza menor de Zorrilla pero que, dentro de los límites de su género, se convierte en una comedia ágil y de situación, en la que no hay un solo momento que carezca de conflicto y gracia.
Dirección
| Paco Plaza
| Ayudante de dirección
| Jorge Muñoz
| Dirección técnica
| Francisco Vidal
| Composición musical
| Luis Delgado
| Escenografía | Francisco Vidal
| Vestuario
| Pedro Moreno
| Espacio sonoro | Jorge Muñoz
| Diseño gráfico
| Cecilia H. Molano
| Iluminación
| Francisco Vidal
| Versión | Emilio del Valle
| Producción | [in]constantes teatro / Armar Teatro |
Doña Clara
| Luisa Martín / Ángeles Martín
| Don Clemente
| Cristóbal Suárez | Comendador de Almagro
| José Pedro Carrión
| Cartilla
| Chema de Miguel Bilbao
| Marichispa | Carolina Solas
| Don Julián
| Alberto Jiménez / Jorge Muñoz
| Doña Hipólita | Amparo Marín / Carola Manzanares
| Doña Beatriz
| Rosa Herrera
| Ganapán 1
| Chete Guzmán
| Ganapán 2
| Paco Pepe Martínez
|

La compañía Producciones Inconstantes Teatro presentó en el Quijano la representación de Abre el Ojo, obra de Francisco Rojas Zorrilla, para el agrado del público ciudadrealeño.
A falta de unas semanas para el fin de año la programación teatral del 2002 se cierra con buen pie, una obra de Francisco de Rojas Zorrilla, en la que el amor sólo se convierte en una treta, en la que pierde el que se deja engañar. Abre el ojo es una llamada de atención, un grito a sacar el mayor partido a la vida, en definitiva una comedia de enredo en la que no faltan ni amos, ni criados, ni duelos, ni cuadros cómicos y, mucho menos, damas; una comedia de intenso movimiento y mejor diálogo.
La adaptación de Emilio del Valle, dirigida para la ocasión por Francisco Plaza, es de enredada trama, con un tono de actualidad no reñido con la puesta en escena, ni con el diálogo, para disfrute de los puristas. La propuesta, que ya viéramos en su día en el Festival de Teatro de Almagro, llega a Ciudad Real más rodada, con regusto en algunas escenas, y con cambio del reparto original. Angeles Martín, (doña Clara), con una evolutiva actuación, infiere matices nuevos al personaje, buenos cambios de registro y evolución ascendente de principio a fin de la representación. Cristóbal Suárez (don Clemente), se siente seguro en su papel, y así lo transmite al espectador, le falta un toque en la dicción para no hacer monótonas ciertas declaraciones amorosas en sus primeros encuentros con Clara, por lo demás, es una apuesta segura para el mundo del teatro. Destacar la figura de los dos criados, Chema de Miguel y Carolina Solas, sin olvidar el trabajo actoral, de dicción y el porte de José Pedro Carrión.
Mª SIERRA DE LA OSA
Luisa Martín nos abre los ojos
El Festival de Almagro no podía llegar a su cuarta y última semana sin proponer otra oferta memorable; y ese acierto ha sido Abre el ojo, una obra de Rojas Zorrilla que, curiosamente, fue la misma elegida por Marsillach para inaugurar el Centro Dramático Nacional en 1978, y que aquí se ha visto en una versión de Emilio del Valle (respetuoso pero implacable tanto en el uso de la tijera como en la limpieza del verso) dirigida por Francisco Plaza. Creo no haber visto ningún trabajo anterior de este director, y lo lamento, porque seguro que semejante sentido del ritmo, del diseño de caracteres y de solución del movimiento escénico (afortunado su duelo a espada como una sucesión de gags), no habrá salido de la nada.
Abre el ojo es una comedía de enredo centrada en una mantenida de varios hombres, entre los que se incluye su favorito, quien a su vez tiene veleidades de Casanova y su propio grupo de atendidas. Seguramente es excesivo considerar que esta dama liberada sea comparable a una mujer de hoy en cuanto a la capacidad de decidir sobre si misma, pero en el mérito de Rojas Zorrilla está la equiparación a la baja de mujeres y hombres: todos, ellos y ellas, son dudosos e inmorales, todos son risibles e importa poco si ganan o pierden, porque, en cualquier caso, recibirían mucho más de lo que merecen. Luisa Martin Interpreta a una especie de versión femenina del pícaro, y lo hace con tal desparpajo y gracia que recuerda a grandes comediantas como Julieta Serrano o Carmen Maura. No ha habido en todo el Festival otra actriz que haya ofrecido tal lección de comedia, y es que esta obra deberla ser su consagración tras su logro anterior con El verdugo.
A su lado, José Pedro Carrión borda su trabajo como figurón. Este magnifico actor, cuya larga carrera está llena de personajes dramáticos, descubre aqui una vis cómica de lo más eficaz y divertida tanto por el gesto y la voz como, sobre todo, la composición física entera: controla cada rincón de su cuerpo para que todo él parezca ridículo, excesivo y, por ello mismo, graciosísimo. Tanto ellos como el resto del reparto —con una pizpireta criada a cargo de Carolina Solas— sirven con talento y encanto el lenguaje de farsa, pero sería injusto no mencionar otros elementos que demuestran lo cuidado del conjunto: la elegante y sencilla escenografía de Francisco Leal, el vestuario farsesco pero no exagerado de Pedro Moreno, y la musica recreada por Luis Delgado.
PEDRO MANUEL VÍLLORA
Abre el Ojo, sacarle vida al verso
El dramaturgo y poeta toledano Francisco de Rojas Zorrilla (1607-1648) es una de las figuras menos reconocidas de nuestro teatro clásico. Su prematura muerte fue en pazte responsable de que este autor, que gravitó entre la tragedia (Del Rey abajo, ninguno) y la comedia (Entre bobos anda el juego), no fuera elevado a la gloria de los grandes dramaturgos clásicos. Aunque haya dejado una considerable obra, el Rojas Zorrilla de la madurez hubiera podido ser mucho más grande.
La originalidad es una de las características que más incondicionalmente se le reconocen, tanto en los temas como en su habilidad para dibujar psicológicamente a los personajes, no sólo con admirable humor y socarronería, sino con recursos tateatrales tan osados como barrocos.
Por otra parte, sus ideas erasmistas le llevaban a tener una visión muy moderna —y poco contrarreformista— del mundo, y en particular en la concepción de sus personajes femeninos, que se comportan con la misma resolución pública y moral que los hombres. En Francia se le valoró más que en su patria.
El milagro de la mirada personalísima de Rojas Zorrilla es el de devolvernos una imagen insólita de España —y en particular de Madrid— como si nos la contara un extranjero, un Carlo Goldoni, por ejemplo, que vivió en Venecia, cien años más tarde que Rojas. La comedia de figurón que inventa Rojas Zorrilla en España se sirve tanto del trazo grueso del humor satírico como de la honda pincelada poética de los sentimientos más nobles.
Excelente reparto
Francisco Plaza, en la dirección, y Emilio del Valle, en la versión son responsables de esta clarividencia con la que se respira el mundo de Rojas Zorrilla a través de su obra Abre el ojo. Pocas veces puede disfrutarse de la interpretación del verso clásico con más verdad y sentido que en este montaje.
El excelente reparto garantiza la solidez del espectáculo. Ángeles Martín es Doña Clara, una cortesana tan bella como casquivana e ingeniosa. La actriz vuelve a derramar en escena talento y encanto. Cristóbal Suárez interpreta -con naturalidad y liviana elegancia- a Don Cristóbal, el lumpen-Tenorio de esta pieza. José Pedro Carrión -como el corregidor de Almagro— despliega un rico registro interpretativo de figurón ridículo. Chema de Miguel da vida y piruetas al gracioso Cartilla.
El acertado vestuario de Pedro Moreno es una de las claves de la magia teatral de esta pieza. La recreación de la indumentaria de nuestro teatro clásico que realiza resulta tan deliciosa como digna de antología.
El público aplaudió complacido al brillante elenco, que acababa de demostrar —con mucho arte— lo rico y fecundo que puede llegar a ser nuestro clásico.
JUAN ANTONIO VIZCAÍNO ABRE EL OJO es una producción de [in]constantes teatro y Armar Teatro. |